
13 Nov El exagerado culto al cuerpo
¡Qué más da si son guapos o feos, lo importante es que sean grandes personas!
La visión respetuosa y tolerante pasa a un segundo plano y se olvida que las personas tienen sentimientos. La crueldad de las redes sociales necesita a gente que le pare los pies, pero ¿cómo hacerlo siendo parte de ellas?
Hoy defendemos con uñas y dientes que no ser perfectos es más que lógico, está permitido y es lo que hemos de llevar por bandera. ¡Viva la imperfección, el amor y la vida!
La exigencia de la sociedad por tener un físico perfecto se ha llegado a convertir en una obsesión para muchas personas. Hasta hace poco, solo las mujeres se preocupaban de manera excesiva por su físico, haciendo todo lo posible en sus manos para verse perfectas, como por ejemplo, sometiéndose a operaciones de cirugía o mediante grandes inversiones de dinero en gimnasios y productos de belleza. Sin embargo, a día de hoy, también los hombres son “esclavos” de esta presión social, y no es raro ver cómo se preocupan por su aspecto físico de la misma forma en la que lo hacen las mujeres.
El culto al cuerpo se ha convertido en un nuevo estilo de vida. Llevar el amor propio a los extremos (el narcisismo) está de moda y cuidar de nuestros cuerpos se ha convertido en una obsesión irracional, deseando tener esos cuerpos tan idealizados de las modelos que vemos en las campañas publicitarias: delgadas, rubias o morenas con melenas larguísimas, de ojos increíbles y sonrisas perfectas.
Este concepto de la belleza es nuevo, ya que a lo largo de la historia la concepción que se tenía de la belleza ha ido cambiando; por ejemplo, en la antigua Grecia un cuerpo con curvas se consideraba bello, y por lo contrario, ahora lo bello es tener el abdomen plano y definido y unos pechos y unos glúteos firmes y redondeados.
¿Por qué ocultar nuestras imperfecciones? Somos perfectos tal y como nacemos, y retocando nuestro cuerpo, muchas veces lo llegamos a estropear, falsificando esa perfección propia que tenemos cada uno. A veces con extensiones de pelo, blanqueamientos dentales, intervenciones de pecho y de glúteos.
Todas estas acciones tienen efectos secundarios, y al final suponen demasiados sacrificios para poder conseguir unos objetivos que se nos ha impuesto la sociedad y, que al final, muchas veces el resultado no es el deseado.
Os pondré un ejemplo, con las extensiones de pelo, tintes, y mechas estropeamos nuestro cabello; con los blanqueamientos dentales provocamos que nuestros dientes estén más sensibles; y con las operaciones de pecho, entramos en quirófano, corriendo grandes riesgos.
Y yo me pregunto ¿de verdad merece la pena llegar a este punto? ¿Vale la pena vivir obsesionados? ¡Yo digo que no! Buscar esa perfección que se nos ha impuesto y se nos impone día a día puede destruirnos tanto física como mentalmente.
¿No es mejor que busquemos el equilibrio y la aceptación de nuestra familia, amigos y que nos dediquemos a nuestros estudios o hobbies? ¿No es mejor encontrar sanamente nuestra mejor versión?
Cuando hablo de amigos, me refiero a los de verdad, no a los de Instagram o Facebook, ya que las redes sociales son una simple apariencia y, son muchas veces, las causantes de esa obsesión por cómo debemos ser en vez de aceptarnos tal y como somos.
Si observamos la mayoría de las fotos que se publican en internet, las personas salen “aparentan” ser perfectas. No se ven ni sonrisas amarillentas, ni rostros con acné o cuerpos normales o con unos kilos de más. Las fotos que hoy en día publicamos están retocadas y cargadas de miedos por poder ser objeto de burlas y críticas.
Por eso, las redes sociales son la “madre”, por así decirlo, de la presión que sufrimos por ser perfectos a la vista.
Esta tendencia se puede observar sobre todo en los adolescentes, ya que en muchas ocasiones utilizan editores de fotografía, como Photoshop, antes de publicar cualquier imagen en las redes sociales. Imágenes que buscan la aceptación social a través de un físico. Sin embargo, debemos tener claro que si alguien quiere criticarnos, lo hará de todas formas, independientemente de que seamos más o menos perfectos. Además, la perfección provoca envidias.
¿A dónde quiero llegar? Quiero que mi discurso os llegue al alma para acabar con la crueldad de esta superficialidad.
Tenemos que vivir el día a día y aceptarnos tal y como somos, ser capaces de sonreír ¿qué tenemos una nariz grande o no cabemos en una talla XS? ¡Pues no pasa nada!
Seamos más auténticos, seamos diferentes a los demás y no nos obsesionemos con seguir modas bajo mi punto de vista “ridículas” que nos pueden llegar a destruir. Dejemos de lado los teléfonos, hagamos menos caso a las redes sociales y a la obsesión por ser perfectos y perfectas.
¿Sabéis una cosa? Todos y cada uno de nosotros ¡tenemos cualidades increíbles propias que nos distinguen de los demás. Puede que seas más leal a tus amigos, más fiel a ti mismo, más constante en tu trabajo, más divertido, más simpático, más tolerante, más amable, más generoso. Éstas, queridos compañeros, son las razones que de verdad, de esas que nos llevan de valores y que también pueden agradar.
Dejemos de ser tan superficiales, vayamos un poco más allá.
Yo no quiero obligar a nadie a hacerlo si no quiere, pero ¿de verdad no hay nada más? ¿De verdad queréis ser perfectos? ¿de verdad queremos pertenecer a un mundo tan vacío? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿No es más lógico querer estar sanos?, y lo más importante ¿ser felices?
Por mi querida Claudia